Libero con fines terapéuticos el relato de una experiencia humillante.
Cronotopo: Hoy por la mañana, en el sarmiento, entre ciudadela y liniers, primer vagón.
Sabido es que, derivación directa de la servil jornada de trabajo que la mayoría de los trabajadores cumplen, el transportepúblico se carga hasta la manija en las horas pico. Una mayor frecuencia en el servicio podría resultar un buen tratamiento paliativo para este mal endémico de la provincia; mientras tanto, de esta actualidad sacan provecho -quiero creer que sólo-algunos pocos.
Entre la estación de ciudadela y la de liniers habrá unas 25 cuadras, 2, 3 minutos de pensar que en la próxima bajan muchosy vuelvo a tener mi espacio vital. Generalmente sólo eso. Siempre eso, menos hoy.
Querría darle alguna vuelta más, pero no hay caso, huelga decirlo con premura y sin eufemismos: quedé de espaldas a un toquetón que se engolosinó con mis glúteos. Mierda que me taró para el día ese trastornado hijo de puta. Qué forma de despertar en mi la misma gran puteada que me pierdo de pronunciar cuando un bondi me sigue de largo. Se pierde el destinatarioy se pierde el significado. La puteada queda a medio camino y te revienta adentro como una granada en algún lugar entre el cerebro y el esófago.
Este soretudo hizo lo que hizo con tanta sutileza que reaccionar me parecía una exageración, una preconcepción del carajo que no va con mi camaradería de tren lleno. Perseguirse por lo que hace el tipo que tenés a cero centímetros mientras se acomoda un poco es demasiado. Roces cotidianos como esos están en vista. Hay que tolerar cierto márgen de maniobra porque a veces con tal de caber, la gente encaja de cualquier forma. Pero en un momento la acomodada de carpeta que intentó me pareció exagerada. Virgen de mí, lo primero que sospeché fue que el tipo estaba palpando para sacarme el celular del bolsillo de atrás, y que eso era una maniobra distractiva. Me moví un poco, todo lo que el apretuje me permitía sin sobreactuar, tratando de escapar a ese involuntario e incomodantecontacto físico sin repudiar manifiestamente la violación, volviéndome así casi un cómplice. Pero el muy pillo siguió con su vicio de viernes, declarándose enfermo rozándome con el revés de su mano cuando empezaron los empujones para bajar.
Ahora que repito con tanto detalle la secuencia me fastidio por no haber reaccionado, defendiendo mi dignidad, moviéndome todolo necesario para correrme de ahí, rajando la contundente puteada y quizás aplicando tambien un buen correctivo. Pero no hice un porongo. El tipo me dejó una bomba de tiempo que me estalló cuando el tren ya había zarpado de liniers y él había bajado.
Cuando se lo conté a Martina y ella -asqueada, aturdida, violenta- se enojó por mi inacción, por no haber hecho todo por correrme de ahí, por no haberme cagado en si el tipo me estaba tocando el culo por parkinson o por hijo de puta, concluimos que con esa tibieza me van a violar en forma literal y alegórica varias veces más.
Mierda humillante la moderación.
