Ficción de ficción

|
Qué significa andar por ahí al grito de oh mi dios, oh mi dios? Oh mi dios, oh mi dios para los yanquis, acá se estila ay, díos mío y una vez. Dios, repudiable que abusen de esta forma de vos, que todos te apropien, que ninguno te comparta. Acto virulento que opaca toda teoría socialista de religión mancomunada y amenaza con desterrar la discusión para siempre de la plática teológica.
Esto debiera de acabar en un Consejo para delimitar territorios: lo que es mío no puede ser tuyo al mismo tiempo, a menos que cada uno tenga una parte indivisa ejercitando un derecho de condóminos. Y hasta donde yo llego, la religión no se presta al condominio; más bien partimos de la idea de que una sola persona no puede poseer para sí el único dios con el que contamos. No podríamos particionar a nuestro dios para hacer que a cada uno le toque la parte que asume como propia cada vez que se asusta o se preocupa. Llegar a la idea de UN dios es una ficción, animismo necesario. La idea de un único dios, propiedad de uno sólo de esos tantos, es ficción de ficción.
Ni hablar de lo difícil que puede volverse el tema si alguien suena la pandereta de la exclusividad o el trombón del unicato demasiado fuerte. Tendría que cargar sobre su espalda los corrientes conflictos de interpretación que surgen en las mesas de debates litúrgico donde a veces la necedad de uno es arrollada por la argumentación puntillosa del otro y la humillación llega a bañar la conversación, marcando con hollín al sometido, avergonzándolo de su postura híbrida, cínica, superficial.

Empero, el peor aspecto de ésta enjambrada realidad es la ausencia de certezas de índole fáctica, porque si nos volvemos hacia adentro, permitiéndonos desafiar el orden dado, podríamos asumir que tal es sólo la visión dominante en nuestro paradigma.

0 comentarios:

Publicar un comentario

metele variété