Homofonía

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Cuando leemos, la ambigüedad sólo puede ser consecuencia de la intencionalidad de quien escribe. Muy por el contrario, en conversaciones cotidianas, sucede que en su tránsito -para abarcar el fenómeno barbáricamente en su totalidad diré- desde los oídos al cerebro, la/s palabra/s ambiguas que el otro dice tienen una revisión semántica mucho más evidente. Es como un corte en que se suspenden todas las funciones vitales y se destinan todas las células y electrolitos a descifrar el auténtico sentido de entre los posibles que tiene ese palabra. Casi siempre la divergente significación de la palabra en uno u otros sentidos, por contraste revela el significado otorgado al término.

Lo que esto último tiene de paradójico, es que dar un ejemplo queriendo representar una declaración ambigua es a todas luces imposible, ya que al momento de escribir la palabra ambigua rompo el suspenso y le quito todo replanteo semántico. Y justamente, esto empezó porque quería comentar una de estas escenas:

A dos cuadras de acá, hay una casa blanca tremenda, ostentosa, con una fuente en la entrada. Un día, hablando con eduardo -vecino jardinero y locuaz-, en alusión al dueño de la misma, me dijo:
"El tipo es un severo millonario que se defendió a los tiros la semana pasada cuando intentaron robarle la camioneta. Tiene una ametralladora."
Ahh, severo, mirá vos. Me imaginé la escena y me pareció que severo era una -curiosa y- simple adjetivación en el relato de los hechos y seguí camino, pero como me quedaba la duda me imaginé una segunda escena:
"El tipo es un cebero millonario que se defendió a los tiros la semana pasada cuando intentaron robarle la camioneta. Tiene una ametralladora."
Y ahí me cerró.

Cebero tenía que ser.

1 comentarios:

pablo dijo...

siempre tan claro vos pedazo de hijo de p....!!!!

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