Así de así

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El sistema de producción que nos acuna desde antes de que se nos active la mente hace mucho por reproducir las condiciones que hacen posible su existencia a perpetuidad. Este cometido implica, entre otros menesteres impostergables, generar permanentemente consumo, en vistas a aumentar la producción de bienes y servicios en demanda, tras lo cual subrepticiamente más dinero vuelve al bolsillo de los particulares -muchas veces corporaciones extralarge- que han sabido moverse en este terreno cienagoso y hostil y han hecho la inversión necesaria para poseer los medios de producción. Aceitado engranaje a estos efectos personifica el mercado. Allí la mano invencible hace todo cuanto puede para que esto suceda, facilitando espacios donde el rol protagónico que la comprayventa representa no pase desapercibido, por caso shoppings y super-mercados. La ambición que trasunta este proceso que se repite ad infinitum deriva rápidamente en feroz competencia: cada productor de bienes quiere posicionar su producto -que luce el maquillaje de un nombre de fantasía, la marca- en la cima, en relación a sus competidores. Anhela que los consumidores pretendan SU producto, pretende asfixiar una probable conjetura que postule que ESE producto es igual a cualquier otro, juicio que sin ser categórico contiene verdad intrínseca. En ésta, que es la senda que transitamos hoy en día, a pocos les resulta atractiva la posibilidad de que efectivamente sea igual cualquier otro. Encontramos motivos para diferenciarlos entre sí. Siempre. Por ello suele comentarse habitualmente que la máxima aspiración es que la marca sustituya al producto, es decir, que se rompa la relación significado/significante del signo y que en el primero de estos términos aparezca la marca que fabrica el bien, con el correr del tiempo eliminar la competencia, o mejor aun, lograr someterla, y brindar a su salud.

Sin perjuicio de esto debemos incurrir en la siguiente aclaración: en nuestros días, hablar de identidad plena de productos es oscurecer el panorama antes de tiempo, así como hablar de igualdad plena entre los hombres es excederse en el uso de la retórica. Nos encontramos en tránsito lento e incesante hacia la igualación objetiva de todos los productos, ciertamente, pero mantenemos la autonomía en torno ciertos a ciertos puntos que permiten distinguirlos. En relación inversa, el hombre no ha demostrado hasta el momento interés en revertir las desigualdades. Prefiere, por el momento, naturalizarlas y aceptarlas.

Este preludio quisiera utilizarlo para enmarcar el mercado de la yerba mate ya que está atravesando momentos críticos. Cada cual tendrá su elección y justifico plenamente que existan posiciones asumidas a este respecto. Tratándose de la hoja seca y molida de una planta verde, puede sorprender que sostenga que la diversidad de productores es esencial en el rubro. De hecho la postura exactamente opuesta a la regente sostiene que la yerba mate debería de ser conceptuada como comoditi, a partir de lo cual su precio sería la resultante de caprichos de los poderosos amparados en complejos logaritmos globalizantes. En veryvariete pocas cosas despiertan mayor fervor que un kilo de canarias. Aceptamos y propiciamos que la distinción se opere en virtud de la presencia o ausencia de palo, la procedencia geográfica de la cosecha (corrientes, misiones, brasil), incluso lo que hace cbc de agregar gustos a la yerba misma. Lo que desborda el microcosmos de las estregias de venta, ese mundo al que solo tienen acceso los expertos en comercialización es la incorporación de pelotudeces químicas sin gusto. Hay una de las marcas, la más emblemática, la de la diéresis, la de la estancia con nombre de mujer, que evidentemente cuenta con un talentoso plantel de jóvenes emprendedores que en su frenética labor de posicionamiento ha lanzado en estos días una yerba en envase rojo metalizado, que en letras amarillas destaca que sin alterar el sabor han conseguido adicionar mateína, el compuesto activador de la infusión más rica. Hasta ahí no doy.

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