Sobre las mal llamadas vacas de San Antonio y su incidencia en el curso ordinario de la vida del sujeto en cuyo camino se interponen

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Aunque no conclusivas, las notas preliminares de índole científica que el Instituto Kalmanidov de Biogenética y Androgénesis ha dado a conocer esta semana resultan, cuanto menos, reveladoras.

El manuscrito, pues de un manuscrito se trata, anunciado con gran anticipación a comienzos de este año, fue presentado pomposamente ante un auditorio -el Dostoi, en Minsk, Bielorrusia- en el que restellaban prestigiosos nombres de disímiles disciplinas, indiscutiblemente consagrados a nível planetario.

Pese a no haber remontado la curiosa tradición de los tres deseos hacia su lugar de origen (hace años se habla de Varanasi, India aunque nadie ha encarado seriamente tamaña tarea), los biólogos que han refrendado con su buen nombre estos estudios son contestes en cuanto a la influencia que uno de estos coleópteros puede tener sobre lo que un hombre tipo se proponga. El informe sostiene principalmente que la mal llamada Vaca de San Antonio es una alimaña con capacidades catalizadoras y parapsíquicas capaz de torcer el rumbo de un destino estándar. Evita deliberadamente referirse al número de “deseos” (prefieren la palabra pensamientos concretizados a la palabra deseos) que cada insecto es capaz de volver realidad.

Aclaró al expresarse de este modo el profesor Vania Dinadov que esta torcedura de sino no necesariamente se orienta al favorecimiento de la voluntad positiva del sujeto que se enfrenta a una de ellas, mas acentuó que los casos de comprobados e indeclinables pensamientos concretizados relativos a proyecciones placenteras o satisfactorias, éstas habían sido suficientemente ratificadas en los hechos. Esta confirmación viene a echar por tierra las miradas inquisitivas que despierta el soliloquio de quien al cruzar en su camino al insecto de la especie e interrumpe su marcha creyendo que su aparición implica un hito que señala necesidad de profundos replanteos en lo que de allí en más haga de su cotidianidad y pensamientos.

El atractivo estudio se realizó sobre una colonia de eriopis connexa, una especie de la familia coccinelidae, de la cual hasta el momento sólo se tenía registro en libros de vida silvestre del sur de nuestro continente, por lo tanto la sorpresa es múltiple: no sólo se confirma y en cierta medida alienta la tan mentada sugestión pseudohipocondríaca de quienes creen en ellas firmemente sino que además tangencialmente se confirma la existencia de un patrón común en aquella región respecto de la que aquí conocemos. Sorprende en la lectura a sola vista y al observar las fotografías que ilustran la rústica publicación obsequiada a los asistentes a la gala la presencia de estas criaturas en la gélida estepa rusa. La supervivencia y procreación de una especie tan vulnerable a las bajas temperaturas en un ecosistema tan hostil probablemente sea la mayor deuda de los investigadores.

En lo que respecta a la autosuficiencia empírica de las conclusiones elaboradas, no hay siquiera un atisbo de inconsistencia en ellas. La armoniosa sintáxis del idioma ruso se funde de maravillas con las sentencias contundentes y nunca ingenuas de sus redactores. Empero, es cierto que a poco de iniciar la lectura de contextualización, el hombre de ciencia podrá verse entreverado ante la posibilidad de estar brindando su atención a una obra literaria antes que a un trabajo investigativo de corte vanguardista. Esta sensación desaparece con sucesivas lecturas del texto.

Independientemente de ello, y para no perder el rumbo, el informe detalla minuciosamente el proceso concretizador: cada primavera, época señalada por la naturaleza para el desove de las hembras, éstas depositan a razón de 60 a 130 huevos cada día durante un lapso de 6 semanas, mientras los machos abandonan el hogar conyugal en búsqueda frenética de alimentos. Atribuido a dicho estado de exaltación, durante ese período, los machos eriopis con un mero batimiento de alas generan un complejo y cataclísmico reordenamiento de partículas circundantes. Toda vez que sostiene a conciencia o en circunstancias que por obra del azar una de estas criaturas se posa sobre él, el ser humano se encuentra próximo a la zona de varamiento energético, es decir la zona de mayor incidencia gravitatoria de las moléculas de Mendelevio presentes en la atmósfera terrestre. Dicha zona de varamiento, de acotado perímetro (no más de 3 cmts. en torno al insecto) concentra volúmenes altísimos de energía realizadora programática, de lo que se desprende que el exoesqueleto de la eriopis actúa como catalizador al tomar contacto con un pensamiento suficientemente elaborado. La atención dedicada al vuelo posterior al / a los pensamiento/s concretizado/s es simple superstición.

Un párrafo aparte merece, el gran esfuerzo realizado por desbaratar la engañosa toponimia surgida en torno a la eriopis. En primer lugar, descartan que exista vinculación territorial entre San Antonio y la connexa. Complementan dicha aseveración refiriéndose a Antonio de Ulumbraquis: Antonio de Ulumbraquis es, según el Instituto, el beato bajo cuya denominación ha madurado y proliferado el nombre vulgar de la eriopis. Fue, siempre de acuerdo al informe, si no un ingente cientista, un consagrado dramaturgo litúrgico que apeló a esta especie para la personificación de la bendecida vaca budista cada vez que en sus ficciones debió referirse a ella. Recurso de tan baja calaña surtió un efecto torbellino en la populosa ciudadela de la que el escritor era oriundo, al punto de ligar inescindiblemente su nombre al del insecto y llevarlo extramuros. Cierto, indiscutible y misterioso se presenta el hecho de que Ulumbraquis por encontrarse situada a más de 6705 mts. de altura, en la frontera népaloindiana, sobre el margen córcovo del Saavedi no haya recibido en sus años de existencia oleadas inmigratorias o emigratorias.

Por otra parte, aunque soslayado en razón de la elocuente investigación llevada a cabo, el hecho de que en estos trabajos no haya tomado parte siquiera un integrante de la Comunidad Trovinolidav, que pese a desalentar el proyecto se encontraba deseosa de tomar parte como auditora del mismo, podría privar de relevancia a los resultados que aquí comentamos.

Sin perjuicio de lo hasta aquí mencionado, desanima e inquieta a este cronista que desde el Meridiano de Greenwich hasta más allá de los Bañados de Otuquis, la plebe occidental aparezca inmutable antes estas trascendentes conjeturas plenas de sustento. Es contra ello por sobre cualquier otra motivación que se ha dado a esta tarea divulgatoria. Convencido de que una dedicada lectura del informe despertará enfants curiosités, adjunto a este texto el lector podrá encontrar los datos personales de quien suscribe para hacerle llegar sus apreciaciones y mantener el contacto.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Nota científica de alto impacto!!!! gracias por aclararme el tema de las vacas (o no tanto) de San Antonio.
Tiby

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