Fútbol bipolar

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El fútbol es el bálsamo de los argentinos. Debo decir los argentinos como si no fuera yo mismo uno, haciéndome el iva exento y pareciendo pedante, porque si hay algo que critico y en función de tanta convicción evito hacer, eso es flipar de un lunes para otro la concepción de la vida. Para mi gusto el mejor estado de un hincha es cuando se pone en racha derrotista. Ayer en el olé leía a Leo Farinella, gallina confeso y practicante, disparando grueso calibre a la presentación de river en la cancha de boca por el último derby y terminé de convencerme de la inestabilidad emocional del fanático. Hice un expermento sobre lo que escribió en olé reemplazando las cuestiones que tenían que ver con river por referencias a boca. Quedó un aproximado de lo que hubiese dicho Marcelo Guerrero si el que perdía era el equipo de la ribera. Admito que en este caso anduvo porque la realidad de ambos equipos es nefasta.

El de Leo Farinella:
El título de este artículo es toda una demostración de lo que se vive hoy en River. No importa perder prestigio, pisotearlo, que nos carguen con la B, pelear los promedios desde abajo. Vivimos de la caza y de la pesca, nos revolcamos en la tristeza, nos humillamos contra cualquier equipo de veteranos con las alforjas cargadas de títulos pero peleados como perros y gatos que pierden con cualquiera, salimos últimos, damos lástima, no tenemos jerarquía y todo sigue igual, todo sigue igual de mal. Entonces, asistimos en silencio a las explicaciones de Astrada como si nada. Yo vi otro partido. River dio vergüenza. No interesa detenerse tanto en consideraciones tácticas, porque la verdad, con el rendimiento de los jugadores, no hay táctica que sirva. Respecto de la polémica sobre la actitud, un dato que refuta cualquier polémica es que perdimos todas las pelotas divididas. También hay un problema de aptitud. ¿Cómo se explica el gol que se perdió Funes Mori en el PT? ¿Es una falla de actitud? ¿De no tener personalidad todavía? Puede ser una lectura: el pibe está verde y se vio tan solo frente a una gran oportunidad que se apichonó. Esta teoría implicaría que, con más rodaje, Funes Mori en esa situación sabrá que es suave al otro palo o reventarle la cabeza al arquero, pero nunca suave al arquero. Ahora, vayamos al caso Cabral. Un central que sale por abajo, dándole la pelota a un contención rústico que está en la puerta del área de espaldas a sus rivales, o sea que no sabe quién tiene atrás, pone en un compromiso, en este caso a Ahumada, que obviamente resolvió mal. Aquí el problema es de aptitud. ¿Pueden aprender? Siempre se puede, pero hay que tener ganas de ser mejor. En el segundo gol de Boca, por ejemplo, Díaz se hizo chiquito ante el inminente fusilamiento de Medel, cuando es de esperar que ofrezca su cuerpo para salvar el arco. La tibieza con la que se afrontó el compromiso no es borrada por un cabezazo o un mordiscón de Gallardo. Eso es impotencia. Es la imagen final de un River que en los últimos años decidió tomar el camino equivocado y va a toda velocidad, acumulando multas, dejando atrás y lejos las ilusiones de la gente. No tienen juego, no ponen ganas, ¿por qué no se van todos? Hace rato que River no le da bola a lo que pasa. Todavía falta lo peor.

El de Guerrero:
El título de este artículo es toda una demostración de lo que se vive hoy en Boca. No importa perder prestigio, pisotearlo, que nos carguen con la B, pelear los promedios desde abajo. Vivimos de la caza y de la pesca, nos revolcamos en la tristeza, nos humillamos contra cualquier equipo de veteranos con las alforjas cargadas de títulos pero peleados como perros y gatos que pierden con cualquiera, salimos últimos, damos lástima, no tenemos jerarquía y todo sigue igual, todo sigue igual de mal. Entonces, asistimos en silencio a las explicaciones de Alves como si nada. Yo vi otro partido. Boca dio vergüenza. No interesa detenerse tanto en consideraciones tácticas, porque la verdad, con el rendimiento de los jugadores, no hay táctica que sirva. Respecto de la polémica sobre la actitud, un dato que refuta cualquier polémica es que perdimos todas las pelotas divididas. También hay un problema de aptitud. ¿Cómo se explica el gol que se perdió Gaitán en el PT? ¿Es una falla de actitud? ¿De no tener personalidad todavía? Puede ser una lectura: el pibe está verde y se vio tan solo frente a una gran oportunidad que se apichonó. Esta teoría implicaría que, con más rodaje, Gaitán en esa situación sabrá que es suave al otro palo o reventarle la cabeza al arquero, pero nunca suave al arquero. Ahora, vayamos al caso Bonilla. Un central que sale por abajo, dándole la pelota a un contención rústico que está en la puerta del área de espaldas a sus rivales, o sea que no sabe quién tiene atrás, pone en un compromiso, en este caso a Medel, que obviamente resolvió mal. Aquí el problema es de aptitud. ¿Pueden aprender? Siempre se puede, pero hay que tener ganas de ser mejor. En el segundo gol de River, por ejemplo, Luiz Alberto se hizo chiquito ante el inminente fusilamiento de Villalva, cuando es de esperar que ofrezca su cuerpo para salvar el arco. La tibieza con la que se afrontó el compromiso no es borrada por una patada o un pisotón de Méndez. Eso es impotencia. Es la imagen final de un Boca que en los últimos años decidió tomar el camino equivocado y va a toda velocidad, acumulando multas, dejando atrás y lejos las ilusiones de la gente. No tienen juego, no ponen ganas, ¿por qué no se van todos? Hace rato que Boca no le da bola a lo que pasa. Todavía falta lo peor.

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