Los goles de palermo

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nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción
(chelo, de green)

Hasta el miércoles 14 de abril palermo compartía con roberto cherro la marca de 218 goles en boca. Venía seco de goles y su ansiedad por superar los 218 parecía ser lo que lo mantenía ahí, a punto de hacer historia, con la tinta en el botín. Cuando terminó el primer tiempo se había vuelto el máximo artillero del club.

¿Por qué poner periodistas del espectáculo, atentos antes a las internas que a los 90 minutos, para la crónica del partido? Metió dos goles, cortó la racha de 5 partidos nefastos sin, debutó pompei, boca volvió a ganar, maradona vuelve a hacerle un lugarcito en la lista, etcétera, etcétera. Sin embargo se habla de que riquelme no lo saludó. Su enemistad con román ocupa las tapas en proporción desmedida y él, ofendido también, reconoce que no hay romance con el 10 y habilita la discusión.

No perdamos de vista la esencia del deporte que excluye este microanálisis farandulero, la siguiente: que los actuales 220 goles de Martín Palermo no se discuten en el vestuario, porque los hizo adentro del rectángulo de pasto que se llama cancha. Sea por el gol en sí, por su festejo, por el propio festejo o por el rival todo argentino tiene atravesados en la cabeza por lo menos 10 goles de palermo. 221 en 323 partidos, hay para elegir. A un ritmo de cuenta sencilla y ficcionado, materialmente imposible, un promedio de 0.68 goles por partido.

Cuando le preguntaron qué sentía como dueño de ese nuevo record -una pregunta impostergable-, Palermo contestó que más allá de la alegría del momento y la lejana conciencia de que el número lo ponía en los ANALES de la historia, no terminaba de tomar idea lo que significaba ser el tipo con más goles en el club más importante del país.

Hasta ahí la historia de palermo, ahora algo derivado de esto.

PARA MAÑANA
Esto es en lo que más me hace pensar palermo: en la cantidad de cosas importantes que recién se vuelven importantes con el paso del tiempo. La objetivación de los logros es fantástica. Porque si hablamos de la mítica frase perder para darse cuenta caemos en la paradoja de siempre, en las cosas que no se hicieron cuando se pudo, en lamentar lo pendiente. No hay nostalgia peor/ que añorar lo que nunca/ jamás sucedió tira sabina pensando en cosas como san lorenzo y la copa libertadores o argentina en la final del mundial 94. Cosas así, tristes. Alcanzar un objetivo, por
insignificante que parezca o determinante que sea crea, es un hito que no debe ser pasado de largo. Si exagero un poco, propondría festejar su consecución. Si imagino por un momento un festejo semejante, aislado, de una persona que se alegra por decisiones que no sabe aun lo que le deparan, enseguida me cuestiono la iniciativa, aunque, ojo, eso es lo que hace todo equipo que tiene aspiración de campeonar: festeja sus goles, sea a los quince segundos o a los 47 del segundo; se los haga al rival directo o al descendido y más resignado equipo del torneo. Festeja el triunfo que deviene de esos goles, sea en la primera fecha o en la última; partido trámite o complicado. Lo destacable es que EL EQUIPO festeja, los jugadores se abrazan, gritan, se alientan, se contagian. El festejo no deja de depender del resultado. En la medida que el resultado sea un triunfo, vas bien fidel. Sino, fraude a la ley e impugnación de elecciones. Ahora bien, detalle no menor: en la vida el resultado de las decisiones no se ve transcurridos 90 minutos ni después de 19 partidos. Eso pica.

El tiempo, por definición corre hacia adelante, y en rigor no hay un tiempo presente. No hay un un presente-objeto, sí hay un momento presente. La realidad transcurre desde el futuro al pasado, y el presente matiza esa transición. Las decisiones se toman en un momento determinado, que convenimos en llamar presente, aunque, como dijimos, no lo sea. Cierto es que muchas veces sólo con el tiempo se acumulan sobre la vivencia determinadas otras que resignifican ese primer momento. Esto es importante haciendo la salvedad de que si se toma dimensión tardíamente, a lo menos que se tome dimensión de un logro y no de un fracaso. Es justificable que a veces sólo el paso del tiempo demuestre la importancia de determinadas decisiones, eso en nuestra dimensión que disociamos espaciotemporalmente los sucesos. Ejemplo I: un equipo gana el torneo por diferencia de un punto. Ese punto de más lo consiguió por un partido chivísimo que casi pierde. Ejemplo II: lo contrario, un equipo pierde el torneo por un punto que perdió en un partido de mierda. Qué se resignifica más?

Para seguir nutriéndonos del fútbol, vayamos al tema de la discordancia entre intención y ejecución, a cuando se quiere obtener un resultado que no se da. Situación: un delantero que erra un gol -me acuerdo del pibe este de belgrano que jugando con racing la promoción en córdoba se tropieza y no puede convertir habiendo ya superado al arquero- no DECIDE errarlo. Lo quiere hacer y no lo hace. En su cabeza está meterlo y sin embargo puede pifiar y pagar con su carrera un yerro de esa calaña. No es el objeto de esta entrada hablar de lo ingrata que puede ser una hinchada con su arquero, pero debe ser mencionado, más no sea liminarmente por lo apropiado del caso. Ese márgen de error cero es arbitrado con injusta discrecionalidad. Nada pasa por la intención, sino por la ejecución, o por lo menos por un iter encaminado a ello, eso lo entiendo y no lo vamos a discutir, pero si la falla en la ejecutoria es tan severamente castigada, el deber cumplido debe ser celebrado en proporción. Cuando un tipo tiene que hacer un gol y mete la pelota adentro del arco también se desencadenan cantidad de hechos. Sin embargo se naturaliza el cumplimiento del deber. El delantero queda con la sensación del deber cumplido y parecería que el asunto no pasa de ahí. Piensan así tambien los hinchas. Error. El tipo está ahí para hacer goles, claro, porque el peligro de gol no se cobra gol (todavía). Manejarse con la relación entre peligro generado y rédito obtenido es clave, ahí está el valor de que lo que el delantero se proponga lo pueda hacer bien.

Ver lo mejor en lo bueno y lo bueno en lo malo depende en gran medida de una predisposición de espíritu, al decir de fito una cuestión de actitud. Suelo pensar en esto en el sarmiento. Creo que una u otra decisión (pasado o futuro) se transluce en la elección de asiento: si la persona puede elegir entre sentarse en el mismo sentido que la dirección que lleva el tren o en sentido contrario y elige lo primero, entonces vive hacia adelante. Si resuelve lo contrario, entonces vive para lo que pasó. O quizás, y emitiendo un juicio un poco más leve, puede ser que en ese viaje se predisponga a viajar sobre sus recuerdos o sobre sus proyectos y que quede ahí, no que revele aspectos tan profundos de la persona.

Por el momento esto. Nos hablamos.

Carpe diem, mi viejo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Chelo de green????, por dios.

Very Variete dijo...

ODIO a los anónimos

pablo dijo...

como se nota que no te gusta el futbol...
impe..

Anónimo dijo...

buen manejo de los puntos suspensivos..

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