A googlear, mi amor (vamos a googlear, mi amor)

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De unos años a esta parte se encenderá la mecha y algún valiente hombre de letras defenderá con sólidos argumentos el comienzo de una nueva era, dirá que la historia no puede ser contada sin una coma desde 1789. Encontrará que alguno de los hechos relevantes del Siglo XX ha cambiado los tiempos. Quizás señale la Segunda Guerra, el hundimiento del Titanic, la muerte de Elvis o la de Perón, el campeonato mundial del '78 o la caída del Muro, pero sea cual sea SU punto de inflexión habremos de darle la razón. Porque no sólo es cierto que han pasado muchísimos años desde los sucesos de la Bastilla, sino y aun más determinante, demasiadas cosas.
Tengo un recorte de Beatriz Sarlo de una vez que llegué hasta el final de lo que escribe en la revista de Clarín. Me estaba por poner a copiarlo cuando se me ocurrió googlear la primera oración y lo encontré. Esto terminó de convencerme de que MI punto de inflexión es el momento en que alguien inauguró internet y pensó que "hache-te-te-pe-dospuntos-barra-barra" era un buen comienzo, aun sin haber jamás imaginado que llegaría a esto. Recomiendo seguir con lo que sigue, que poco tiene que ver con estas palabras preliminares, sin escalas:

Sin embargo, el acto de leer era, en sí mismo, algo extraordinario: la soledad, el secreto, la reserva de los propios pensamientos, la concentración y también las distracciones y las derivas por espacios clandestinos de la subjetividad. El acto de leer era casi más interesante que lo que se estaba leyendo, porque representaba un momento de autonomía radical respecto de los otros (los viejos, los que tenían autoridad), un acto privado que, a diferencia de la mayoría de los actos privados, no podía ser prohibido, aunque conocí gente que, a tientas, se daba cuenta de que peligraban las leyes del orden y castigaba a sus hijos prohibiéndoles que leyeran después de cierta hora, temiendo todos los desbordes que podían suceder y que muchas veces, en efecto, suceden.
Leer es una emancipación más allá o más acá de los libros; en el fin de la infancia, puede ser una fuerza secreta, que marca diferencias y también anuda amistades que, por primera vez, pueden llamarse intelectuales. Leer Hermann Hesse, Demian, a dos voces, llamándose por teléfono para comentar un episodio, discutir las acciones de los personajes (algo que poco después, cuando empecé a estudiar literatura, aprendí a no hacer), subrayar prácticamente todas las frases para comunicárselas al otro lector que también subraya casi todo. Si hubieran existido los mensajes de texto, habríamos intercambiado números de páginas y comienzos de párrafos: dos palabras, para que el otro las leyera y siguiera en el lugar indicado al mismo tiempo, como amantes separados que pactan que a tal hora leerán el mismo poema. Si la lectura fuera entendida como lo que realmente puede llegar a ser (algo descontrolado), tendría más popularidad entre los adolescentes, y se evitaría el sermoneo de los adultos que aconsejan leer como si fuera un régimen de comida sana.
Beatriz Sarlo en revista viva. 13.08.2006

2 comentarios:

Julia Muriel - "Visto de cerca, nadie es normal" dijo...

Genial.
Me encantaría poder decir "Mis viejos ya no saben cómo controlarlo. Mi hermano adolescente, está en cualquiera: lee todo el día"

Aquelquiel dijo...

"(algo descontrolado)": la rebelión de los paréntesis.

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