El capitán y el Diez

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Música y fútbol sólo tienen una letra en común; de ahí para adelante comparten todo. La vida es poco más que lo que pasa en una canción o en un partido de fútbol.
Esto ha sido el prólogo que pretende armonizar la siguiente comparación que escuché y encontré bastante atinada: que en los Beatles Lennon era el capitán y Paul el diez. Rica la discusión que se abre acerca de qué jugaría cada integrante si paramos la banda que se quiera en el campo de juego y con puntapié inicial ponemos a la caprichosa a rodar sobre el verde cesped. Por lo demás, lo que hay de aquí en adelante es un breve comentario sobre capitanías.
Donde hay dos o más personas, hay un líder y un distinto. Todo grupo humano necesita un lider; el distinto no es estrictamente necesario, pero se festeja que su existencia. En general, las capitanías de los equipos se definen entre el arquero, alguno de los dos centrales, el cinco o el nueve. Pocas veces el diez, el auténtico diez, el que lleva el número en la camiseta por algo más que su posición en la cancha, lleva la cinta abrochada en su brazo izquierdo. Quizás le pesa, capaz no le interesa. La admiración por el diez y el capitán, cuando no se trata de los excepcionales casos en que ambos epítetos refieren al mismo jugador, va por caminos bien distintos. Al capitán se lo respeta porque es el líder del equipo. Entre otros privilegios, es el único que debería hablar con el árbitro, el que arenga a sus compañeros y el primero que levanta la copa. Al diez primero se lo admira y después se lo respeta.
En lo que a mi respecta, si de fútbol real hablamos prefiero al nueve capitán; en la play le doy la cinta al arquero. No sé, me da la sensación de que le hace mejor al equipo. Ni hablar, y esto está comprobado, cuando elijo algún equipo con el que no estoy muy familiarizado. El romance comienza con ese gesto. Sus compañeros de equipo lo repetan y saben que el técnico lo banca más que a ninguno.

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